“La ciencia es buena para explicar los fenómenos repetibles, pero la mayoría de las cosas de la vida son irrepetibles”, marca la cancha en su primer episodio Evil, la serie estadounidense de ficción paranormal y misterio que estrenará Universal Channel este jueves a las 21. Con suspenso, chispazos de terror, buen ritmo y vocación desmitificadora, Evil acaso aspira a transitar el surco del “I want to believe” que abriera con tanta fuerza The X-Files, y que por estos días siguen tanteando, con distintos matices, clásicos como The Twilight Zone o estrenos recientes como Project Blue Book. En este caso, la exploración “positivista” de los límites de la triple frontera entre ciencia, religión y sarasa llega desde el costado más burocrático de la Iglesia. Ya que, en el universo de Evil, el Vaticano está literalmente tapado de trabajo por los miles de denuncias recibidas sobre posesiones, presuntos milagros y falta de exorcistas, que como es de esperar, en su abrumadora mayoría están flojas de papeles. Por tal motivo, la Santa Sede ha tercerizado su servicio de inspectores encargados de determinar cuándo hay algo raro y cuándo hay sólo pescado podrido. Esos son los protagonistas de esta serie, un equipo multidisciplinario conformado por un aspirante a sacerdote y dos “monotributistas” contratados para la ocasión: una perita psiquiátrica con experiencia en juzgados y fiscalías y un técnico capaz de determinar si un macabro sonido proviene de un demonio o, en realidad, de un caño roto. Este cruce de saberes genera los mejores momentos de Evil, los diálogos que contraponen las cosmovisiones de escépticos y creyentes y que evocan, otra vez, a aquellos tiroteos verbales de Mulder y Scully en The X-Files. Como cuando el religioso dispara que “la posesión se parece mucho a la locura y la locura se parece mucho a la posesión” y la psicóloga replica que “no hace falta revisar todos los palos de escoba del mundo, uno por uno, para saber que las escobas no vuelan”. Página/12 entrevistó al actor indio Aasif Mandvi, que interpreta a Ben, el técnico del equipo, el que cree más en tuberías y cuplas que en espíritus y médiums.
-Los diálogos del equipo de investigadores confrontan con humor la ciencia y la religión. ¿Cuál es su reacción cuando lee los guiones por primera vez
-¿Por qué resultan atractivas las historias de milagros, demonios, fantasmas?
-Es una de las tantas cosas sobre las que preferimos no preguntar demasiado. Pasa con la política, con las noticias, es frustrante no saber, no poder creer, no tener explicaciones del todo buenas, y a veces preferimos permanecer un poco ciegos sobre las cosas. Hoy en día, todas las explicaciones parecen difíciles. En particular, las cuestiones sobrenaturales generan algo extraño: somos fans de cosas que sabemos que no existen. Sin embargo, cada rincón del planeta está lleno de relatos religiosos, creencias espirituales, historias de fantasmas, porque tienen que ver con sentimientos muy profundos. Así como las historias de amor nunca envejecen, las historias de misterio tampoco. El miedo que nos da llegar a un sitio desconocido, o pensar que hay algo debajo de la cama, son ideas escondidas muy en lo profundo de nuestras mentes. Estoy seguro de que los cavernícolas contaban historias de terror frente al fuego.
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